La tarde del pasado 25 de septiembre, en la sede de la Fundación CB presentamos mi último poemario «Y se quedarán los pájaros cantando«, editado por OléLibros.
Empleo la palabra presentamos, porque fue un acto coral y participativo.
El presidente de la Fundación, Emilio Vázquez, con el que me une íntima amistad desde hace décadas, dio la bienvenida a los asistentes y empleó palabras cariñosísimas para mi persona. Viniendo de él, todo lo que me hace referencia se sitúa en el ámbito de lo hiperbólico, porque el afecto desmesura, sin duda, todo lo que nos relaciona.
Mi querido amigo, y admirado poeta, Faustino Lobato fue el encargado de conducir la presentación. De su mano, establecimos un diálogo en el que traté de dar respuesta a las preguntas que fue proponiéndome.
No puedo por menos que resaltar lo acertado de las mismas. En ellas podía descubrirse y comprobarse el amplio y desmenuzado estudio, así como el cariño, que había dedicado a mi obra.
Responder fue un ejercicio absolutamente gratificante.
El pianista Pedro Monty, entrañable y generoso amigo, puso el acento y tono musical al acto.
Sandra Martínez, Emilia González, Elena García y Maribel Bazaga recitaron algunos poemas , acompañadas al piano por Pedro Monty.
Sus armoniosas y personales voces fueron un agradable y aplaudido contrapunto, intercalado acertadamente por Faustino Lobato en el transcurso del diálogo.
Para finalizar, recité el poema que ocupa el último lugar de la obra: «desnudo» que, como regalo inesperado, Pedro Monty había musicalizado, cerrando esta composición definitivamente el acto.
Basilio Sánchez, en sus palabras iniciales que sirven de pórtico al libro, lo titula «la poesía como agradecimiento». Y si, de alguna forma, es lo que transmiten los poemas que lo conforman, desde luego agradecimiento es la palabra que me brota del corazón y asciende hasta la boca. Gratitud hacia el propio Basilio Sánchez por sus impagables palabras; a María Pírez, por las maravillosas ilustraciones que jalonan la obra; a mi querido Alejandro Huyro (cerebro creativo), autor del reportaje de este evento, por su personal visión de contar historias a través de la fotografía; a mis amigas y compañeras de tertulia Emilia, Sandra, Maribel y Elena; al personal de la Fundación CB, personalizado en su director general Emilio Jiménez por su aprecio, deferencia y generosidad y, sobre todo, a Faustino Lobato, hermano en la poesía y en la vida. Sin él, esta presentación no hubiera brillado como lo hizo.
Gratitud infinita, como no puede ser de otra forma, a quienes me acompañaron y llenaron el salón de actos. Su presencia y apoyo es sin duda el acicate y la motivación que un escritor necesita como respaldo para seguir creando.
Lo dicho. Muchas gracias, querido Faustino.
Gracias a todos. Un abrazo.
Cada libro muestra un poco de la esencia del autor. Antonio,para mí Toni ,es una persona transparente, honesta,muy culta pero a la vez muy sencilla.
Nunca deja de asombrarme con su gran talento. Enhorabuena.
Me encantó la presentación de «Y se quedarán los pájaros cantando». Tuvo de todo: Introspección con tintes filosóficos, complicidad, comprensión, recital entregado y cariñoso, acompañamiento musical… ¡Y hasta cantó un poco un tipo bastante guapo!
En general la poesía no es lo mío. No porque no me guste o no la disfrute, si no porque su experiencia fenomenológica es casi como mirar a través de una ventanita a lo más profundo del que escribe (que devuelve el reflejo de lo más profundo de uno mismo, si es buena). Hay casi algo culpable en explorar esas profundidades, tan expuestas a uno. Quizás tenga el umbral emocional bajo, sensible a las frecuencias adecuadas, lo que sé es que de la buena poesía sales trastocado, no eres el mismo. Te eleva, te hunde, te destroza y te recompone. Y es justo lo que he sentido al leer estos poemas, pero ya dejo de hablar de mi (que no todo va de mi). Con lo que me quedo es con el vínculo, ese hilo casi invisible entre autor y lector que toma color y se mece con el viento cuando vas avanzando por las páginas. Coge fuerza, tiembla, se retuerce, se tensa, tañe. Y finalmente se rompe. O quizás solo lo pierdes de vista hasta ese día en que miras muy dentro de ti.
O cuando miras a los pájaros.
Gracias.