Ayuntamiento de Calahorra, 2006.
Edición agotada.
Poesía y relato
La fábrica
“La fábrica” consiguió el premio Fabio Quintiliano de relatos. y fue editada y publicada conjuntamente con otras obras de poesía y relatos.
“La fábrica” es una novela corta, ambientada en un entorno vivido por el propio autor, donde nos presenta un mosaico de personajes singulares (los trabajadores de la fábrica), ficticios (pero reales) que le sirven como catarsis, como elemento purificador y liberador de un periodo vital complicado.
Fragmentos de La fábrica
…La fábrica es grande. Fea y grande. Y ruidosa como un parque de atracciones. Tiene un armazón de hierro por esqueleto, paredes como trozos de lijas grises de bloque de cemento y techo de cinc. Un alto, metálico y plateado techo bajo el que circulan las grúas por sus carriles elevados…
…La fábrica guarda un corazón oscuro, poderoso y laberíntico donde laten prisioneros, sin saberlo, nuestros corazones. Un corazón antediluviano, un gigantesco y musculoso corazón de dinosaurio que se aletarga tras el crepúsculo y renace con el ajetreo del amanecer…
…Rigoberto domina tres idiomas: inglés, francés e italiano. Cinco si le sumamos el español y el valenciano. Los hay que nacen con un diccionario, en lugar de un pan, debajo del brazo. Rigoberto es joven y simpático, chulillo y fantasmón.
A Rigoberto, quienes le tratamos un poco más, le llamamos Berto, que es como lo nombra su padre. Nos hace ilusión, como si el diminutivo le restase categoría.
Berto no tiene ni zorra idea de granito, de colores ni de calidades. Ni falta que le hace. Le importa un pimiento porque sabe a ciencia cierta que le van a nombrar encargado internacional de ventas.
El padre de Berto también se llama Rigoberto, y es el gerente de la fábrica…
…Patricio mide dos metros de alto por uno de ancho. Y tiene unas manos para no andarse con bromas.
Patricio es la encarnación del hombre bueno. Nació bonachón, como Anselmo nació bruto. Cosas de la naturaleza.
Patricio va y viene de su pueblo a la fábrica en un “cuatroele” que ni dios sabe cómo resiste.
La otra mañana, Patricio estuvo a punto de irse al otro barrio. Sufrió una descarga de trescientos ochenta voltios que le mantuvo pegado a la máquina más de un minuto. Debe de tener un corazón de elefante. El médico que lo atendió comentó que se le había puesto el corazón a galopar a más de doscientas veinte pulsaciones. A veces lo imposible sucede, así, sin más explicaciones…
…El maestro no lo sabe, pero yo sí. Yo hablo a toro pasado y sé que pronto le nombrarán encargado, y no mucho más tarde aprobará las oposiciones.
Cuando llegue el momento, saldrá por la puerta grande. Sin odio, sin resentimientos, aparcando todas las bravatas mentales que se rumian cuando las cosas se tuercen y la vida te muestra la parte más desagradable de su rostro. Entonces dirá “Adiós, amigos. He tenido mucho gusto en trabajar a vuestro lado. Ya sabéis dónde encontrarme”.
Pero no esta mañana. Todavía no. Falta casi un año. Aún le queda al maestro mucho por hacer y mucho que aprender. Aún le queda mucho que vivir.
Esta mañana, especialmente fría, la fábrica se mueve perezosamente. Se despierta con la lentitud y la pesadez de un gigantesco saurio. Antonio, el maestro, subido encima de un bloque de negro sudáfrica, observa los movimientos autómatas de sus compañeros.
Lucas, el mecánico, le saluda con la mano al pasar. Piensa en Marcos, que se recupera en el hospital. Ve al flequi absorto en su fresadora. Pancho hace malabarismos sobre el tren de corte…
Hace un frío que pela. Por el enorme hueco de la puerta de la nave penetra lenta y dificultosamente un camión.
Las máquinas de los telares envuelven y ahogan todos los ruidos con su estrepitoso y perpetuo traqueteo…